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Es
el volcán del alma en su último estallido. Ojos con mirada yerta y en cristal, mordidos
por el más grande de los miedos. ¡Alarido, pavoroso alarido! Mortaja para mortales; muerte, ésa bestia sólo sabe que a todos engulle con indiferencia y sin piedad.
A LA DULCE DAMA
Francisco H. Urrea Pérez
E-mail- fhurreap@gmail.com
FINAL
Francisco
Urrea Pérez
Cansado, el día se tiñe de melancolía;
le pesan ya sus párpados al filo del crepúsculo.
Viene el ciclón y con él, se romperá
mi marcha y surcaré el silencio embravecido del vasto silencio.
Altivos mis despojos, se echarán al
viento voraz y, entonces, estaré hermanado con el canto hueco y tenebroso de la ancha profundidad.
VERDIGRÍS.
Francisco Urrea Pérez
Ojos libres atrapados en el
gran lienzo
y no hay lágrimas;
solo dolor y cardenillo en el
alma.
¿Para qué caminos, si ya no puedes andar,
viejo viajero?
¿Si sólo eres, una mariposa negra en tu propia
sombra?
¿Adónde; pero dime, adónde irás, si mañana
tu alma no despierta?
Descálzate, ya, viejo viajero; tira tus
amadas botas y deshazte sin pena y sin
nostalgia, de tu cansado fardel.
ALARIDO
Francisco Urrea Pérez

¡MUERTE!
Francisco Urrea Pérez
Dejaré de existir. Desertará mi alma.
Moriré, así, sin más. Silente, sin ni siquiera ésa tristeza que habita mi
soledad.